En uno de mis recorridos por la escuela visitaba el atelier de cocina, niñas y niños de ocho años estaban reunidos alrededor de una mesa. La escena era mágica; estaban batiendo una mezcla de hotcakes de color rosa resplandeciente, teñida con la tinta del betabel que habían preparado con anterioridad.
Quedé completamente maravillada al presenciar como niños y niñas esperaban con paciencia en sus asientos, su turno de mezclar. Platicaban entre sí, de sus vacaciones, de lo que les gusta comer, de como batir correctamente sin derramar. Fue conmovedor ver el esfuerzo que ponían en seguir todas las medidas de seguridad e higiene propias de una cocina profesional: se lavaban las manos, se colocaban cofias y mandiles y mantenían una distancia prudente respecto a la estufa.
Luego, la cheff encendió la estufa y se acercaron cautelosos al sartén caliente. Con mucho cuidado, uno a uno, fueron vertiendo la mezcla en el sartén, ansiosos por ver cómo sus hotcakes rosados cobraban vida. Finalizaron la clase felices y orgullosos, listos para disfrutar de sus deliciosos y nutritivos hotcakes rosas.
El atelier de cocina se ha convertido en un espacio muy especial en nuestra escuela, que ofrece infinitas posibilidades para desarrollar la imagen del niño y la niña que promovemos en Vía Reggio: Seres ricos en potencial, activos y competentes. Sin duda la cocina nos recuerda que debemos confiar en las habilidades y el potencial de los niños y las niñas, ofreciéndoles experiencias educativas enriquecedoras, permitiéndoles ser protagonistas de su propio aprendizaje y expresarse a través de sus 100 lenguajes.